26-10-2023 / 25-02-2024 Instituto de Arquitectura de Euskadi · Euskadiko Arkitektura Institutua Curated by María Arana
«Follow the leaders» represents a corporate city in ruins, a ground zero to reflect on the drift we face with the current political and power models whose scenario poses inhospitable landscapes for the future: wars, climate change, energy poverty etc.
FOLLOW THE LEADERS
Concrete, debris, resin, iron …
Variable dimensions
2013-2023
.Texto incluído en el catálogo:
“La contemplación de las ruinas nos permite entrever fugazmente la existencia de un tiempo que no es el tiempo del que hablan los manuales de historia o del que tratan de resucitar las restauraciones. Es un tiempo puro, al que no puede asignarse fecha, que no está presente en nuestro mundo de imágenes, simulacros y reconstituciones, que no se ubica en nuestro mundo violento, un mundo cuyos cascotes, faltos de tiempo, no logran ya convertirse en ruinas. Es un tiempo perdido cuya recuperación compete al arte.”
Marc Augé- El tiempo en ruinas
“Seguir a los líderes” para seguir construyendo abismos.
“Seguir a los líderes” reflexiona sobre la deriva a que nos enfrentamos con los modelos políticos y de poder actuales cuyo escenario plantea paisajes inhóspitos para el futuro: guerras, globalización, cambio climático, pobreza energética etc.
Formamos parte de una inmensa masa que coloniza el mundo. En un abrir y cerrar de ojos, cambiamos nuestra indumentaria y nos vestimos con otro uniforme, el de las vacaciones, para formar parte de esa maquinaria llamada turismo. Abrimos nuestras maletas en lugares remotos, miramos por la ventana y todo se ha convertido por arte de magia en un inmenso decorado. Hacemos colas inmensas bajo el sol para corroborar que las ruinas, esos símbolos de la fugacidad, siguen todavía ahí. Nos llena de vitalidad el observar que el paso del Tiempo y la Naturaleza todavía no han podido del todo con los vestigios del pasado, y por un momento, un halo de inmortalidad queda plasmado en nuestra tarjeta de memoria. Las ruinas – Del lat. ruīna, y este der. de ruĕre ‘caer, derrumbarse’ – siguen dando señales de vida en el presente. Y todo tiende a convertirse en ruina.
Los turistas somos el ejército más eficaz de la historia y todos en algún momento pertenecemos a él sin saberlo. Lo describe muy bien Debray con su reflexión: «Se han quitado el casco, pero debajo su cabeza sigue siendo colonial». Disparamos a discreción a todo, fotografíanos compulsivamente, y colaboramos a que cada vez más las ciudades se conviertan en un parque temático de la globalización, es decir, que todos los lugares se conviertan en el mismo. La gentrificación hace que los lugares pierdan su identidad y que los habitantes autóctonos se vean obligados a abandonar las zonas más singulares de las ciudades. Aunque no queramos somos definitivamente parte del problema.
Las ruinas son un engranaje importante de la industria del turismo, paradójicamente las arreglamos para que conserven su aura, para que sigan como “nuevas”. Viajamos para corroborar que aquella imagen que conocemos de ellas se asemeja a lo que contemplan nuestros ojos in situ. ”Que lo real – escribe Marc Augé – se parezca a su imagen”. Con esta instalación que presento para la Bienal Mugak me interesaba hacer una representación de un centro financiero en perpetua construcción. “La humanidad -sigo citando a Augé – no está en ruinas, está en obras. Pertenece aún a la historia”.
La instalación representa una ciudad corporativa en ruinas; una zona cero. No es una ruina como monumento, relacionado con el tiempo puro, el tiempo de las ruinas – como comenta Marc Augé – sino una ruina que pertenece al tiempo histórico de la destrucción. La instalación de una ciudad en ruinas confluye de algún modo con la mirada del ejercito de turistas. “El forastero se descubre inmediatamente a sí mismo por su interés por las ruinas. Inmunizarse lleva tiempo, pero se consigue” – escribe Stig Dagerman – en su libro Otoño Alemán durante su viaje a una Alemania, completamente destruida por la guerra, en 1946. Aquello que veía a medida que avanzaba era un paisaje en ruinas. Ciudades reducidas a escombros en las que la población se afanaba en sobrevivir. Un líder y la inercia de un país lo había reducido todo a escombros.
Los edificios de cemento y las calles aparecen semi destruidos. El cemento como material simbólico, como una especie de secreción colonial que nos incrimina a medida que destruimos todo aquello que nos rodea. La población de esta pequeña metrópoli está compuesta por esculturas de pequeño formato -unos 18 cm- que representan a hombres de negocios. Desde el año 2006 he venido trabajando con el mismo estereotipo de personaje: un hombre de mediana edad, calvo, uniformado con traje gris, … para reflexionar sobre temas relacionados con la burocracia, el poder, la economía, el patriarcado etc.
El parqué de Wall Street -y otras bolsas mundiales – son campos de batalla, asépticos, sin fango – cuyas operaciones bursátiles tienden a convertirse en una onda expansiva que acaban por afectarnos a todos. La cadena de montaje del capitalismo nunca se detiene y para resetearse convierte las crisis económicas en una estrategia más del mercado para resolver sus incoherencias.
Una metáfora de la inconsistencia de los pilares en los que se construye el neoliberalismo y los efectos colaterales del progreso a los que nos enfrentamos. En cierto modo, reflexionar sobre la ruina – ya no tan solo como monumento o proceso arquitectónico – sino como quiebra. Estar en la ruina, habitarla y contemplar que todo ese paisaje artificial que hemos creado a nuestro alrededor se ha convertido en nuestro hábitat natural. El capitalismo parece derrumbarse, pero vuelve a levantarse una y otra vez a sabiendas de que lo en realidad construimos es un inmenso abismo.
En la mayoría de las obras de Isaac Cordal – cito en este párrafo el texto de Alberto Ruíz de Samaniego para mi exposición 24/ 7 – hay una “escena”. Es decir, un nudo, una intriga, algo dramático – drama, en griego, significa acción-. Se trata de un momento en el que se concentra una historia; donde va a producirse algo inminente. Cada escena es un momento de crisis y describe la inminencia de una tragedia, de una catástrofe, de un desenlace – una catarsis, quizá -. En resumen, en términos de dramaturgia, aquello que precede a un desenlace. Un momento crítico. Pues en cada escena, el acontecimiento que se crispa en la narración es un acontecimiento crítico. Pero lo que define el trabajo de Isaac Cordal es, justamente, que nos presenta la posibilidad de un drama sin verdadero desarrollo del acontecimiento, esto es: sin escena definitiva.
Con la escenificación propuesta en esta instalación pretendo hacer una reflexión sobre nuestra deriva como masa social y observar ese rastro que vamos dejando a medida que avanzamos bajo la premisa del progreso. Nuestra evolución como especie ha estado intermitentemente vinculada a este surco de barbarie que dejamos a nuestro paso. “La civilización -decía Voltaire – no disminuye la barbarie, la perfecciona”.
ISAAC CORDAL